lunes, octubre 23, 2006

Los justos, de Albert Camus


Última obra del autor francés, y en mi opinión su obra maestra. Aquí la rebelión camusiana sobre los límites de la propia rebelión, que dos años después provocaría su ruptura definitiva con el PCF en El hombre rebelde, aparece con una pureza brutal. Iván Kaliayev es un terrorista que lucha por un mundo mejor; sin embargo, ante la posibilidad de matar a niños es incapaz de asesinar al Gran Duque. Por ello discute con Stepan Fedorov, que simboliza el terrorista nihilista; aquí un extracto que creo revelador:
STEPAN (Violentamente): No hay límites. La verdad es que vosotros no creéis en la revolución. (Todos se levantan, menos YANEK) Vosotros no creéis. Si creyerais totalmente, completamente, en ella, sí estuvierais seguros de que con nuestros sacrificios y nuestras victorias llegaremos a construir una Rusia liberada del despotismo, una tierra de libertad que acabará por cubrir el mundo entero, si no dudarais de que entonces el hombre, liberado de sus amos y de sus prejuicios alzará al cielo la cara de los verdaderos dioses, ¿qué pesaría la muerte de dos niños? Admitiríais que os asisten todos los derechos, todos, ¿me oís? Y si esta muerte os detiene es porque no tenéis seguridad de estar en vuestro derecho. No creéis en la revolución. (Silencio. KALIAYEV se levanta.)
KALIAYEV: Stepan, me avergüenzo de mí y sin embargo no dejaré que sigas. Acepté matar para abatir el despotismo. Pero detrás de lo que dices veo anunciarse un despotismo que, si alguna vez se instala, hará de mí un asesino cuando trato de ser un justiciero.
En la segunda ocasión, Kaliayev no duda y el Gran Duque muere. Sentenciado a muerte, da una última lección. "Si no muriera, entonces sí sería un asesino".Se trata sin duda de la obra en la que más se deja notar la influencia de Dostoyevski, especialmente la de la novela Los demonios (que posteriormente Camus adaptaría al teatro).

Y con este artículo acabamos la obra teatral de Albert Camus. Por último recordar que el autor argelino también adaptó para el teatro Los espíritus, de Pierre de Larivey (1953); La devoción de la Cruz, de Calderón de la Barca (1953); Un caso clínico, de Dino Buzzati (1955); Réquiem por una monja, de William Faulkner (1956); El caballero de Olmedo, de Lope de Vega (1957) y Los Demonios, de Dostoyevski (1959).

domingo, octubre 22, 2006

El estado de sitio, de Albert Camus


Mezcla de diferentes géneros, El estado de sitio está a medio camino entre la comedia crítica a lo Darío Fo y la tragedia clásica. El argumento es muy similar al de su novela La peste; a la ciudad de Cádiz llega una epidemia, representada por La Peste y su secretaria, La Muerte. Continúan las críticas a la violencia revolucionaria que ya habían empezado con el personaje de Tarrou y que finalmente cristalizarían en El hombre rebelde, provocando la ya célebre disputa Camus-Sartre. Es probablemente en esta obra donde más claramente se puede ver el ideal de paraiso de Camus, muy ligado al mar Mediterráneo.