jueves, abril 19, 2007

Lluis Companys: la veritat no necessita màrtirs, de Enric Vila

Nada hay más peligroso que la creación de mitos históricos, particularmente cuando nos toca convivir con la herencia directísima del individuo hecho mito. Con el transcurrir del tiempo, la herencia del "héroe nacional" se diluye en multitud de grupos que reclaman, en mayor o menor medida, su herencia. Sin embargo, cuando apenas ha pasado medio siglo de la desaparición del mito, uno tiene que convivir con sus directos descendientes, que pueden utilizar, y utilizan, el símbolo nacional que tienen entre manos para exacerbar los sentimientos de las masas.

Conocedor de estos riesgos, el periodista del diario Avui, Enric Vila ha construido una biografía de Lluis Companys deconstructora del mito del President de la Generalitat. Aunque se agradece este tipo de iniciativa, especialmente viniendo "desde dentro", Enric Vila peca en el exceso de crítica: nombrar repetidamente las infidelidades de la madre de Companys para levantar una especie de pseudotesis freudiana con la que atacar la personalidad y acción política del personaje biografiado es ridículo, por no decir vomitivo. Sin embargo, se agradece que se responsabilice a Companys de los enormes errores políticos que cometió, como la proclama del 6 de octubre del 34 -en la que la Generaltiat resistió menos de 12 horas, evidenciando una preparación inexistente-. También se atacan ciertos aspectos poco explicados del personaje, como su gradual conversión al catalanismo, lo que le aleja bastante de su imagen de avatar del movimiento y especialmente de la actual ERC, que, hay que decirlo, es bastante más nacionalista que el partido de Companys.

Por otra parte, me han sorprendido la brutalidad de ciertos ataques contra esta biografia, particularmente la crítica del "mediático" Víctor Alexandre. Acusa a Enric Vila de autoodio, aconsejando otras obras escritas con "autoestima" (aterrado estoy imaginando un libro de historia así redactado). Sin embargo, lo que más me ha impresionado del artículo de Alexandre es lo siguiente:

Queda clar, d'acord amb això, que la revisió dels nostres referents històrics només es pot fer l'endemà de la independència, mai abans. I no es pot fer abans per la senzilla raó que sense referents difícilment hi haurà independència.


Pa cagarse. Esto me recuerda al mejor Stalin: el de la Gran Guerra Patriótica y las desapariciones en las fotos -y fuera de ellas-. Manipular u obviar la historia para lograr unos determinados fines, es puro y literal 1984: Alexandre sería un magnífico trabajador para el Catsoc.

viernes, abril 06, 2007

Virginia Woolf y Lucía Etxebarría

El otro día hojeaba en busca de citas ese lúcido a la vez que emotivo ensayo, A room of one's own. Cuando uno lee las consideraciones de Woolf sobre el género de la literatura, no puede dejar de pensar que aún mantienen toda su validez:
Coleridge perhaps meant this when he said that a great mind is androgynous. It is when this fusion takes place that the mind is fully fertilized and uses all its faculties. Perhaps a mind that is purely masculine cannot create, any more than a mind that is purely feminine, I thought. But it would he well to test what one meant by man-womanly, and conversely by woman-manly, by pausing and looking at a book or two. Coleridge certainly did not mean, when he said that a great mind is androgynous, that it is a mind that has any special sympathy with women; a mind that takes up their cause or devotes itself to their interpretation. Perhaps the androgynous mind is less apt to make these distinctions than the single-sexed mind.

[...]

All who have brought about a state of sex-consciousness are to blame, and it is they who drive me, when I want to stretch my faculties on a book, to seek it in that happy age, before Miss Davies and Miss Clough were born, when the writer used both sides of his mind equally. One must turn back to Shakespeare then, for Shakespeare was androgynous; and so were Keats and Sterne and Cowper and Lamb and Coleridge. Shelley perhaps was sexless. Milton and Ben Jonson had a dash too much of the male in them. So had Wordsworth and Tolstoi. In our time Proust was wholly androgynous, if not perhaps a little too much of a woman. But that failing is too rare for one to complain of it, since without some mixture of the kind the intellect seems to predominate and the other faculties of the mind harden and become barren. However, I consoled myself with the reflection that this is perhaps a passing phase.

Cuanto deberían aprender los escritores de hoy! Sin embargo, hubo un parágrafo que me trajo a la mente a esa escritora tan popular a día de hoy, Lucía Etxebarría, que sin duda ha leído este ensayo:
Is that a tree? No, it is a woman. But . . . she has not a bone in her body, I thought, watching Phoebe, for that was her name, coming across the beach. Then Alan got up and the shadow of Alan at once obliterated Phoebe. For Alan had views and Phoebe was quenched in the flood of his views.
Algo similar a esto ocurre con los personajes masculinos de Etxebarría. Recuerdo que cuando leí Un milagro en equilibrio, novela ganadora del Planeta, tuve la sensación que los hombres eran, o bien malvados, o bien individuos pusilánimes a lo Charles Bovary. No es rara la incapacidad de retratar correctamente al sexo opuesto. Sin embargo, hay diferentes tácticas para evitar este defecto: en la obra de Lovecraft apenas encontramos mención alguna al sexo femenino; Dostoievski lo evitaba convirtiendo a todos sus personajes en arquetipos, y haciendo a la mayoría de las mujeres símbolos de un orgullo ancestral; Tolstói lo sorteaba con esa compasión enorme hacia sus personajes, o caracterizándolos con un rasgo muy concreto -la ligereza de Natasha, por ejemplo-. Sin embargo, una escritora no especialmente dotada como Etxebarría -especialmente si la comparamos con los dos autores rusos anteriormente mencionados-, convierte a sus personajes masculinos en grotescos, al enfrentarlos de frente y con, por qué no decirlo, algo de desprecio.

miércoles, abril 04, 2007

La Revolución Conservadora (II): Vida y opiniones del caballero Richard Nixon - De Yorba Linda al Despacho Oval

Para continuar este relato sobre el viraje hacia la derecha de la sociedad estadounidense y su principal responsable, el Partido Republicano, quiero esbozar la biografia de un personaje ya casi mítico, y que creo que puede ser un buen resumen del cambio de su país, al haber sido uno de los motores del susodicho cambio. He de apuntar que, a pesar de todas sus conspiraciones y crímenes, "Tricky Dick" me cae simpático: para mí representa el perdedor nato que, a pesar de todo y de todos, sigue luchando; pocos hechos en la política me han parecido más poéticamente justos que su victoria en 1968, después de haber sido dado por muerto políticamente. Pero empecemos por el principio.

Richard Nixon nació en Yorba Linda, al sur de California, en 1913. Era hijo de una familia de clase media-baja. Destacó tempranamente en el instituto, e incluso recibió una beca para ir a Harvard, que, lamentablemente tuvo que rechazar ya que el desgaste económico que suponía el tratamiento de la tuberculosis de su hermano hizo que la familia Nixon no tuviera el dinero necesario para el alojamiento del joven Richard. Por ello, acabó estudiando Derecho en la cercana universidad de Whittier, en la que fue segundo de su promoción. Cuando acabó la carrera, pudo al fin aceptar una beca de la Ivy League, esta vez para ampliar sus estudios en Duke.

Una vez fuera de la vida universitaria, Richard Nixon vuelve a California y empieza a trabajar en un pequeño bufete; contrae matrimonio con Thelma "Pat" Ryan, y finalmente encuentra trabajo como funcionario en Washington. Al llegar la II Guerra Mundial, Nixon podría haber evitado el reclutamiento como miembro de la administración pública, pero decide acudir: sabe que su futura carrera política puede depender de ello. En la Guerra se haría famoso por su habilidad jugando a las cartas; con el dinero ganado se paga parte de su primera campaña política.

Nixon durante la II Guerra Mundial

Ya de vuelta a casa, Nixon se presenta para un asiento en el Congreso. Lograría arrebatárselo a un congresista que llevaba diez años en la Cámara Baja, Jerry Voorhis. Aquí nuestro Rick empezó a utilizar las triquiñuelas que le harían famoso: no dudaba en acusar veladamente -o no tanto- a sus adversarios de ser pro-comunistas, de una forma mucho más clara de lo que lo hacían otros republicanos. Así, en 1947, con 34 años, Nixon era congresista.

En el Congreso, Nixon hizo honor a su fama de anticomunista: se le asignó un puesto en el Comité de Actividades Antiamericanas que había creado McCarthy, en el cual se ocupó del caso Hiss. Alger Hiss había sido todo un miembro de la delegación americana en Yalta, pero ahora era acusado de ser un espía soviético. Finalmente, gracias a la investigación que dirigió Richard Nixon, Hiss fue condenado a cinco años de prisión, y con ello Nixon se hizo extremadamente popular. Así, en 1950, se presentó a las elecciones para senador por California, en las que derrotó a Helen Gallahan, la amante de Lyndon Johnson. Nixon se sirvió de su habitual táctica: acusó a Gallahan de ser pro-comunista; sin embargo, fue en estas elecciones en las que se popularizó su más famoso mote: Tricky (taimado) Dick.

Alger Hiss

En 1952 fue elegido como candidato a la vicepresidencia, junto a Dwight Eisenhower. El carisma del héroe de la II Guerra Mundial les llevó a ganar las elecciones muy claramente, siendo la primera candidatura republicana que ganaba las presidenciales desde Hoover, en 1929. Como expliqué en el anterior capítulo, Eisenhower era un presidente republicano con muy poco de republicano: un hombre que ha estado ocupado ganando una Guerra Mundial no tiene mucho tiempo para desarrollar ideologías partidistas. Dentro de la centrada presidencia de Eisenhower, Nixon amplió en mucho las competencias de la vicepresidencia, haciéndose en cargo, de facto, de la política del día a día. Durante este periodo, Nixon pudo actuar como presidente en tres ocasiones (1955, 56 y 57) debido a la mala salud del ya muy avejentado Eisenhower. Además, reforzó su popularidad con el llamado "debate de la cocina": en una visita oficial a Moscú, con motivo de la Exhibición Nacional Americana, Nixon entabló un debate con Krushov, en la que plantó cara a las maneras, un tanto agresivas, del líder soviético: Nixon argumentó que los estadounidenses daban mucha importancia a asuntos "de menor peso" como el comfort. Así, nuestro "Tricky Dick" estaba en una posición muy buena para ocupar el Despacho Oval cuando acabó el segundo mandato de Eisenhower. Habían llegado las elecciones de 1960: la virtud contra el vicio, el bueno contra el feo y el malo; en definitiva, John Fitzgerald Kennedy contra Richard Nixon.

Dwight Eisenhower junto a Richard Nixon

Las elecciones de 1960 fueron las más emocionantes de la historia. Las del 2000 son comparables en igualdad, pero mientras que Gore-Bush era un duelo de perfil bajo, Kennedy-Nixon era un gran, gran enfrentamiento. JFK simbolizaba todo lo que Nixon había odiado durante toda su vida: Kennedy era un guapito rico de la Costa Este. De hecho, el dispar aspecto físico de ambos candidatos fue muy importante, ya que, en el debate televisado -el primero de la historia- la mala apariencia de Nixon, que había rehusado maquillarse, desniveló la balanza a favor del demócrata: tanto es así, que los que escucharon el debate por la radio dijeron mayoritariamente que el debate lo había ganado Nixon, mientras que los que lo vieron por televisión dieron la victoria a JFK: desgraciadamente para Rick, la televisión ya era un medio más popular. Así, Nixon encaja la primera derrota electoral de su carrera, por un muy estrecho margen; igual que en el 2000, hubo rumores de fraude: se llegó a decir que los Kennedy habían pagado a la mafia.

Nixon y Kennedy durante el debate televisado

Nixon regresa a su California natal, y sólo año y medio después de la derrota electoral se presenta a Gobernador de California. Era muy difícil que ganara estas elecciones: en realidad hay quien dice que lo que pretendía Nixon era evitar ser nombrado candidato por los republicanos para las presidenciales del 64, en las que se esperaba a un Kennedy muy popular. Sea como sea, Nixon perdió las elecciones, pero el último día de la campaña se despidió de la prensa diciendo cosas como que esa era su "última conferencia de prensa" o "ya no podréis meteros más con Nixon". Aquí empieza el largo historial de ataques de políticos republicanos a la prensa, a la que consideraban parcial.

Pero, cuando ya era considerado un cadáver político, Nixon vence. En 1968 su fidelidad se ve premiada con la candidatura a la presidencia por el Partido Republicano. En el artículo anterior ya he comentado brevemente las circunstancias de esas elecciones; en todo caso, en el próximo capítulo y como conclusión de esta "Vida y opiniones del caballero Richard Nixon", volveré a analizarlas. En definitiva, Richard Nixon ganó las elecciones de 1968, y se convirtió en el trigesimoseptimo Presidente de los Estados Unidos.

Richard Nixon durante la campaña de 1968. El gesto de la doble V se convertiría en una de sus señales de identidad.

martes, abril 03, 2007

Naciones, estados y culturas, de Will Kymlicka

Will Kymlicka es un filósofo canadiense que fue invitado por la Universidad de Amsterdam para impartir las prestigiosas Conferencias Spinoza. Estados, naciones y culturas no es más que la recolección de estas, que resultan ser un buen resumen de su filosofía política. Pues venga, vamos a darle caña:

El objeto de las investigaciones de Kymlicka es, principalmente, la integración de una cultura minoritaria en el Estado. Son dos las variantes de este problema inicial que estudia Kymlicka: el primero es el caso de una nación minoritaria dentro de un Estado multinacional (como Quebec en Canadá, al que el autor se refiere constantemente, o Cataluña y Euskadi en España); el segundo es el problema de la inmigración, omnipresente en el Primer Mundo a día de hoy. En ambos problemas estoy profundamente en desacuerdo con él.

Antes de empezar a razonar mi disconformidad con Kymlicka querría hacer un apunte sobre la definición de liberalismo: ¿exactamente cuándo deja de poder considerarse a una teoría como "liberal"? En Europa, el liberalismo se ve invadido por la derecha, que proclaman la necesidad de proteger a la familia tradicional frente a los homosexuales, mientras que no dudan en proclamarse liberales; en Estados Unidos, el liberalismo se identifica con la izquierda, con la política de Johnson y McGovern, asumiendo como símbolos elementos tan a priori extraños para el liberalismo clásico como la discriminación positiva. Es importante recordar que el liberalismo tiene como principio básico la defensa de la libertad individual: Kymlicka lo sabe. Sin embargo, Kymlicka va a intentar hacer una pirueta para ligar el liberalismo clásico tanto a los individuos como a las culturas; semejante engendro les gustará a los hegelianos: no a la gente de bien.

Kymlicka estructura su nacionalismo liberal en torno a dos puntos:

·El Estado no puede ser culturalmente neutral, por lo tanto, es imposible que el Estado intente adoptar una postura como la que adopta en cuanto a la religión: un Estado supuestamente neutral acabará favoreciendo a la cultura mayoritaria, como por ejemplo en la lengua utilizada para las gestiones administrativas.

·El individuo para desarrollar su libertad, necesita a su cultura societal, por ello el Estado, para defender la libertad individual, debe defender las diferentes culturas societales existentes.

Con el primero estoy más o menos de acuerdo. Sin embargo, habría que añadir que el Estado tampoco es neutral en cuanto a las religiones: los dias festivos a nivel estatal, por ejemplo, vienen heredados de costumbres religiosas. Hablaré más de esto cuando critique la solución de Kymlicka para la inmigración.

En cuanto al segundo, me parece obvio que es inaplicable a los nacionalismos a los que Kymlicka se refiere constantemente -Quebec y Cataluña-. Resulta muy discutible que un individuo necesite de su cultura societal para desarrollarse: máxime cuando la mayor parte de culturas que han adoptado la democracia liberal tienen muchos parecidos culturales; el problema que plantea Kymlicka es en cuanto al idioma: el problema es que, con los medios de comunicación actuales, es evidente que en todo el Estado la enorme mayoría de la población podrá hablar el idioma mayoritario del Estado a nivel nativo, o casi; la dificultad para desarrollarse que plantea Kymlicka hubiera tenido sentido en el siglo XIX, en el cual los niños tenían como única fuente a sus padres y entorno, pero hoy en día, en el que los niños ven la televisión, leen, etcétera en los idiomas del estado, en el que por supuesto, el mayoritario es el más usado, es improbable que se de el problema que plantea Kymlicka. De hecho, los mismos nacionalistas afirman luchar principalmente para que su idioma no se pierda en un futuro, no porque ellos no puedan ser verdaderamente libres en la sociedad en la que viven; además, buena parte de sus campañas son prácticamente simbólicas: por ejemplo, traducir las etiquetas de los productos al idioma minoritario.

Además, incluso aceptando que la libertad individual debe preservarse mediante la defensa de la cultura societal, esto haría necesario dar competencias sobre la lengua y otras cuestiones al gobierno del territorio donde existe la cultura minoritaria, pero, evidentemente esto está muy alejado de las reivindicaciones de los nacionalistas: siendo uno de los temas más importantes, no se limitan a pedir autonomía para defender su cultura societal, sino que desean tener competencias a niveles tan poco "culturales" como infraestructuras o economía. Obvio es, pues, que la defensa de la libertad individual a través de la cultura del individuo no es el motor que les mueve.

El problema de Kymlicka viene de intentar racionalizar algo que no lo es: el nacionalismo. Es posible que exista algun nacionalista que tan sólo quiere defender su cultura -y aún así no estariamos de acuerdo con la argumentación que hace el filósofo canadiense-, pero, en la aplastante mayoría de los casos, las reivindicaciones de los nacionalistas no se limitan a eso, sino a una, a priori irracional, ya que está basada en argumentos identitarios, mayor autonomía en todos los ámbitos. Por supuesto, algo irracional no tiene porque ser malo. Por ejemplo, el nacionalismo periférico puede llevar al Estado a descentralizarse, mejorando así la atención que se presta a los ciudadanos que residen lejos de la capital. Sin embargo, esto no significa que el nacionalismo sea bueno: igual que puede tener consecuencias positivas, puede tener consecuencias negativas.

Hablemos pues del segundo tema que trata Kymlicka: las políticas a aplicar sobre la inmigración. Kymlicka dice que el Estado debe permitir y favorecer la existencia de otras culturas, siempre teniendo en cuenta la siguiente máxima: Los individuos deben ser libres dentro de su propia cultura societal, y debe haber igualdad entre culturas societales: esto es, una cultura societal no puede atacar la libertad individual de un individuo -todos tenemos en mente el ejemplo de las mujeres en ciertas culturas- y un individuo no puede verse favorecido por el estado por pertenecer a una determinada cultura societal. Aún estando de acuerdo con su argumentación, me parece que los ejemplos que utiliza violan muy claramente la libertad individual. Por ejemplo, Kymlicka habla de permitir trabajar a obreros que no quieren ponerse el casco por motivos religiosos (!!!) o dejar abrir en los domingos a los comercios regentados por individuos que tengan su día de descanso religioso en un día diferente, como por ejemplo los judíos. En el ambos casos, algo así daría una ventaja económica a los miembros de la susodicha cultura societal inmigrada, lo que rompería uno de los dos principios que el propio Kymlicka ha enunciado.