viernes, abril 06, 2007

Virginia Woolf y Lucía Etxebarría

El otro día hojeaba en busca de citas ese lúcido a la vez que emotivo ensayo, A room of one's own. Cuando uno lee las consideraciones de Woolf sobre el género de la literatura, no puede dejar de pensar que aún mantienen toda su validez:
Coleridge perhaps meant this when he said that a great mind is androgynous. It is when this fusion takes place that the mind is fully fertilized and uses all its faculties. Perhaps a mind that is purely masculine cannot create, any more than a mind that is purely feminine, I thought. But it would he well to test what one meant by man-womanly, and conversely by woman-manly, by pausing and looking at a book or two. Coleridge certainly did not mean, when he said that a great mind is androgynous, that it is a mind that has any special sympathy with women; a mind that takes up their cause or devotes itself to their interpretation. Perhaps the androgynous mind is less apt to make these distinctions than the single-sexed mind.

[...]

All who have brought about a state of sex-consciousness are to blame, and it is they who drive me, when I want to stretch my faculties on a book, to seek it in that happy age, before Miss Davies and Miss Clough were born, when the writer used both sides of his mind equally. One must turn back to Shakespeare then, for Shakespeare was androgynous; and so were Keats and Sterne and Cowper and Lamb and Coleridge. Shelley perhaps was sexless. Milton and Ben Jonson had a dash too much of the male in them. So had Wordsworth and Tolstoi. In our time Proust was wholly androgynous, if not perhaps a little too much of a woman. But that failing is too rare for one to complain of it, since without some mixture of the kind the intellect seems to predominate and the other faculties of the mind harden and become barren. However, I consoled myself with the reflection that this is perhaps a passing phase.

Cuanto deberían aprender los escritores de hoy! Sin embargo, hubo un parágrafo que me trajo a la mente a esa escritora tan popular a día de hoy, Lucía Etxebarría, que sin duda ha leído este ensayo:
Is that a tree? No, it is a woman. But . . . she has not a bone in her body, I thought, watching Phoebe, for that was her name, coming across the beach. Then Alan got up and the shadow of Alan at once obliterated Phoebe. For Alan had views and Phoebe was quenched in the flood of his views.
Algo similar a esto ocurre con los personajes masculinos de Etxebarría. Recuerdo que cuando leí Un milagro en equilibrio, novela ganadora del Planeta, tuve la sensación que los hombres eran, o bien malvados, o bien individuos pusilánimes a lo Charles Bovary. No es rara la incapacidad de retratar correctamente al sexo opuesto. Sin embargo, hay diferentes tácticas para evitar este defecto: en la obra de Lovecraft apenas encontramos mención alguna al sexo femenino; Dostoievski lo evitaba convirtiendo a todos sus personajes en arquetipos, y haciendo a la mayoría de las mujeres símbolos de un orgullo ancestral; Tolstói lo sorteaba con esa compasión enorme hacia sus personajes, o caracterizándolos con un rasgo muy concreto -la ligereza de Natasha, por ejemplo-. Sin embargo, una escritora no especialmente dotada como Etxebarría -especialmente si la comparamos con los dos autores rusos anteriormente mencionados-, convierte a sus personajes masculinos en grotescos, al enfrentarlos de frente y con, por qué no decirlo, algo de desprecio.

5 comentarios:

Natalia Book dijo...

Haces un gran comentario. No son pocos los escritores/as incapaces de crear buenos personajes de sexo opuesto al suyo.
Es un gran debate.
Hace poco leí un libro 'La Mujer Justa' de Sandor Marai. Precisamente me sorprendió su gran capacidad para crear personajes femeninos.
Saludos

Antonio Rando dijo...

A Etxebarría no la he leído aún, sí que he leído el fabuloso ensayo de Virginia Woolf de donde extraes las citas, pero sinceramente, el inglés no es mi fuerte.
Sobre la construcción de personajes del sexo opuesto, creo que nuestra percepción sobre la destreza de un autor perfilando la psique, tendencias, reacciones, y no solo de la otra mitad de la humanidad, sino también de aquella a la que el autor pertenece, siempre se ajusta a nuestra percepción del otro sexo, que como en el caso de quien escribe la obra que leemos, depende de nuestra experiencia personal. No creo que escritor alguno se moleste en un análisis psicosocial sesudo cuando ha de retratar grupos o colectivos de personas. Quizá, ya que hablamos del ensayo de Woolf, si que estemos en cierta medida ante un caso así, y debe haber un esfuerzo por parte de dicha autora en penetrar las particularidades de la creación literaria femenina. Pero como, por otra parte, también es un ensayo en parte novelado, con un tema que atañía íntimamente a Woolf, y para quien haya leído unas cuantas de sus obras se hace patente la carga de subjetivismo abrumador de dicha autora, estamos en las mismas, en que al final retratamos los sexos mirando hacía dentro, y no precisamente al interior de los demás. Igual hay quien se da cuenta (nombras a Dostoievski o Tolstoi) y, en un alarde de dignidad, prefiere dar a todos el mismo trato, o no llevar su esbozo de los personajes más allá de donde su penetración alcance. De Lovecraft decían que era un tanto misógino, entre otras cosas; quizá tu “querida” Etxebarría deba hacérselo mirar, si tan groseros y bajos son sus figuras masculinas. Por cierto, ahora que lo pienso, y aunque seguro que se me escapa alguno, en Virginia Woolf los únicos personajes masculinos que se hacen simpáticos, uno es un perro, y el otro cambia de sexo XD.

Saludos.

Anónimo dijo...

hostras un colega me recomendo ese libro pero no me acordaba bien el titulo del libro(la mujer justa) ya estoy en ello a comprar lo merci natali

Bouba dijo...

Ya, ya... Pero luego le vas pidiendo que te firme dedicatorias.

Anónimo dijo...

leer a la foca de lucía etxeberría es de mongolos