Dada mi reciente afición a las películas de Woody Allen y a que esto no deja de ser un blog literario, no estaría mal que la primera reseña cinéflia fuera para la película más literaria de esta leyenda viva del cine.
El protagonista de la película, Harry (Woody Allen) es un escritor famoso cuyos relatos siempre están basados en su propia vida, de una manera directa; un poco a lo Bukowski. Pero más que a Bukowski, las historias de Harry se parecen a las del propio Woody Allen, girando en torno a los temas clásicos del neoyorquino: las relaciones de pareja, el psicoanálisis, la condición de judío, el sentimiento de culpa, el sexo. Harry se verá atormentado por una legión de ex-mujeres y ex-amantes, con las que nunca logra encontrar un equilibrio.
Pero, lo que más me fascina de esta película son los recursos metaargumentales: la vida de Harry se nos cuenta a través de sus relatos, en los que se distingue muy claramente a su autor. A pesar de ser un director cómico relativamente clásico, no es la primera vez que Woody utiliza un recurso de estas características: recuerdo que, en Annie Hall, Woody Allen discute con un profesor universitario sobre la obra de Marshall McLuhan: Allen gana la discusión haciendo entrar en escena al propio McLuhan (!!) para finalmente dirigirse al espectador: "Ah, amigos, si la vida real pudiera ser así".
Acabaremos esta reseña con un diálogo ya mítico:
Joan: (gritando) tu vida sólo es… ¡nihilismo, cinismo, sarcasmo y orgasmo!
Harry: con ese slogan yo podría ganar las elecciones en Francia.
2 comentarios:
No recordaba ese diálogo, me he reído tanto como la primera vez.
Sí. Allen es un genio y (sé que alguno pondrá el grito en el cielo) uno de mis filósofos favoritos. Como la mayoría de éstos, Allen nunca da una verdadera solución, pero sí plantea el problema brillantemente. Y después sigue la regla básica en esas situaciones: "Si el problema tiene solución, ¿por qué preocuparse? Y si no la tiene, ¿para qué preocuparse?"
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