miércoles, enero 17, 2007

Catedral, de Raymond Carver

Hace un tiempo me preguntaron por la narrativa norteamericana del siglo XX, y la verdad es que, aparte de algunos escritores típicos que había leído (Auster, Capote, Faulkner, Roth) y otros que no había leído (Delillo, Pynchon), no supe qué contestar. Así que aprovechando que ahora tengo más tiempo, he empezado un pequeño tour, que de momento me ha hecho leer una novela de Delillo (Body Art) y la recopilación de cuentos sobre la que escribo hoy: Catedral.
Como autores americanos hay multitud, tuve que hacer una selección: en esta selección he tenido que eliminar a autores que me despertaban mucha curiosidad, como Gore Vidal y Norman Mailer. A Carver por mi herraldismo militante: creo que todo lo publicado en Anagrama será, como mínimo, satisfactorio. Y entre la multitud de autores americanos que están editados en esta editorial elegí a Carver porque ya conocía su nombre -precisamente me sonaba de Por orden alfabético, un libro de Jorge Herralde-.

Pero entremos en materia: Carver tiene un no sé que muy característico. No es su estilo -aunque probablemente tiene mucho que ver-, sino una sensación que transmiten sus cuentos: es la amenaza carveriana, un miedo que siendo básicamente el mismo en todos los cuentos, es diferente en cada uno de ellos: resulta curioso que el autor logre transmitir la misma sensación utilizando historias completamente distintas, o quizás es que precisamente las historias se articulen en torno a esa sensación que el autor quiere transmitirnos. En ese caso, Carver tendría como objetivo hacernos partícipes de una visión del mundo, pero de una que es puramente sensitiva: no puede ser explicada, y eso es lo que le permite ser utilizada en cualquier tipo de historia sin tener puntos en común. Tomemos un ejemplo: los relatos en los que esta sensación es más acusada son Parece una tontería y Catedral, el cuento que da título al volumen. En el primera, la amenaza empieza siendo un pastelero, para convertirse en la posible muerte de un niño y acabar volviendo al pastelero inicial. En Catedral, el terror proviene de las relaciones entre un ciego y la esposa del protagonista.

Pensando en la amenaza carveriana, llegué a creer que Carver pretendía mostrar como el ser humano aún seguía inmerso en la ley de la selva: la competición por la supervivencia sigue tan presente en el ciudadano de hoy como en el hombre primitivo de hace cinco milenios. Sin embargo, pronto me di cuenta de que todo esto era pura maquinación mía hecha a partir de la sensación que los relatos de Carver me transmiten: otro lector habrá llegado a conclusiones muy distintas, ya que, siendo pura sensación, no tiene una interpretación filosófica directa.

Bueno, ya está. A ver si a partir de ahora me ocupo un poco más del blog.

1 comentario:

Pato dijo...

Raymond Carver es un gran escritor. Léete, si no lo has leido todavía, Tres rosas amarillas (el libro pero ese cuento en particular).

Saludos,
Pato